En el mundo del amor y en el camino de encontrar al ser amado/-a podemos toparnos con muchos tipos de amores que, con el tiempo, y sin afán de comparar, nos vamos dando cuenta que algunos no fueron tan buenos ni tan disfrutables.
Y es que cuando nos abrimos al amor, o cuando lo buscamos, o cuando nos dejamos ser flechados por cupido (ya sea por medio de Tinder, Bumble o Grinder) esperamos que la situación vaya fluyendo y que encontremos a alguien que haga clic con nosotros o nosotras.
Digamos que puede llegar a ser complicado buscar pareja y luego viene lo más complicado porque luego hay que ver si la relación va bien, o si tiene tintes de no funcionar o como dicen, de ser tóxica.
Desde mi punto de vista, el término tóxico no es mi favorito, pues creo que actualmente se utiliza algunas veces sin saber de qué va.
Llamamos tóxica a una relación que no va bien, en la que puede haber situaciones como celos enfermizos, falta de confianza, peleas constantes y hasta violencia.
Y es aquí en donde queremos comenzar a hablar sobre lo contrario, y no me refiero a una relación color de rosa y en la que nos sentamos en una nube a tomarnos de la mano con nuestro ser amado/a (aunque en la etapa del enamoramiento así nos sentimos), sino a un tipo de relación que SÍ puede ser real y que SÍ existe; nos referimos a las relaciones de pareja saludables.
Como sabemos, existe una etapa en las relaciones amorosas que es el enamoramiento. Los estudiosos del tema mencionan que puede durar entre siete meses y un año desde que se comenzó la relación -esta es la etapa en donde nuestra pareja no tiene ningún defecto. ¡Hasta el calcetín le huele bien, pues!
La pregunta es, ¿qué pasa después? ¿Hay un después?
La respuesta es SÍ. Es entonces cuando le quitamos los filtros a nuestra pareja y nos damos cuenta que tiene cosas buenas y malas y que nosotros/-as también las tenemos. También es el momento en que conectamos diferente y que evaluamos si esa persona de la que nos enamoramos tiene las cualidades para seguir siendo nuestra pareja.
Nuestra pareja entonces, se convierte en una de las personas más cercanas en nuestra vida, o como a mí me gusta llamarlo: “nuestro/-a copiloto de vida”.
Te invito a pensar en lo bueno que sería encontrar al copiloto de vida y que la situación fluya bien, que sea una relación en donde se puedan compartir ideas y sentimientos de forma abierta, donde se pueda hablar y resolver problemas y en la cual sientas que es un lugar que te da seguridad de ser y estar.
Para lograrlo definitivamente es necesario estar conectados con nuestro amor propio y entender que la pareja no viene a llenarnos, sino a acompañarnos a ser PAREJA, no nuestra media naranja.
Recordando y reconociendo que el amor hace bien -justo así, el amor hace bien-, si algo anda mal, si no fluye, quizá no sea amor.
Para que una relación de pareja saludable suceda, busca primero en ti, conéctate con aquellas cualidades que te hacen especial y único/-a y permítete disfrutar del camino del amor propio para entonces vivir desde la libertad y no desde el encadenamiento.